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Existe otro camino a la libertad

Francisco J. Fernández TarrioPor Francisco J. Fernández Tarrío*

Las viejas recetas intervencionistas, aderezadas con nuestro eterno problema estructural, un sistema perfectamente diseñado para crear y fortalecer las castas políticas parasitarias, están poniendo en jaque a toda la ciudadanía.

Vivimos en un momento realmente delicado de la política española.  Cada vez nos resulta más difícil a los ciudadanos esquivar la acción del Estado. Poco a poco, y sin las otrora ruidosas y burdas técnicas del socialismo primitivo, el Estado va creciendo y apropiándose de parcelas exclusivas del ámbito privado e individual. En España resulta una odisea:

  • – Participar en la política desde la sociedad civil.
  • – Educar a nuestros hijos para que gocen de una preparación profesional mínima que les permita competir en el mercado laboral.
  • – Crear una empresa.
  • – Ahorrar (por la voracidad impositiva del Estado, las CCAA y los Ayuntamientos)
  • – Esquivar la jungla de leyes, reglamentos y normativas que pretende imponernos cómo hablar, pensar, comer, mantener relaciones sexuales, en qué creer, qué valor darle a la vida, a la muerte…

CORRUPCIÓN HASTA LA NAUSEA

Padecemos, además, un sistema político corrupto hasta la náusea. Y no me refiero a casos de corrupción, esto es, políticos que se aprovechan de sus cargos públicos para llenarse los bolsillos personalmente o a través de familiares, amigos o las propias formaciones políticas. Me refiero a la corrupción moral y política de nuestra casta de representantes.

En la política española nadie habla claro, presos unos de lo políticamente correcto, otros de las ansias de poder, y otros, sencillamente, porque están absolutamente vacíos de ideas, valores y proyectos.

PARTITOCRACIA Y BUROCRACIA

Partidos convertidos en gigantes burocráticos que aplastan al discrepante. Partidos centrados en llegar al poder al precio que sea. Partidos sin conexión con la sociedad civil más allá de agitarlos en los momentos previos a las elecciones. Partidos en los que no existe la meritocracia, al menos en el sentido clásico de seleccionar a los mejores. Aquí se trata de «hacer méritos» para llegar al cargo, no de llegar al cargo por tener capacidades reconocidas.

Tenemos un Parlamento en el que los debates se celebran en los pasillos, despachos o bares de las cercanías de la Carrera de San Jerónimo. Mejor dicho, no tenemos Parlamento, tenemos un gran mercado de votos, dinero y prebendas políticas. En España poco importa si lo que se debate es o no adecuado para el progreso de la nación, de los ciudadanos. Lo que importa es la aritmética, el cambalache, el pasteleo, el ¿qué hay de lo mío? El Parlamento es humo, un lugar donde los democristianos pueden apoyar una ley abortista y los supuestos liberales un plan de rescate de la banca con dinero público o un despilfarro en subvenciones/limosnas de 400 euros. Un parlamento donde los socialistas votan la privatización de las funciones propias del ejército y apoyan a la banca, y los comunistas piden ¡transparencia y memoria histórica!. Todo vale.

JUSTICIA LENTA E INEFICIENTE

Sufrimos, además, una justicia lenta, ineficiente y politizada. Carente de medios materiales y personales y sobrante de política y designación de cargos con obligaciones debidas. Una justicia que, una y otra vez, ha dejado sin amparo a los ciudadanos, que ven cómo se puede salir impune de estafas millonarias, de estafas empresariales con cierres de medios de comunicación, cómo se puede ver indultados a miembros de gobiernos condenados por secuestros y malversación de fondos públicos. Una justicia que mide con diferente rasero a quien nada tiene y a quien todo calla. Una justicia que se pone de perfil mientras el Estado obliga a los ciudadanos a «reeducarse» según los cánones que la casta política decida.

UNA NACIÓN DE INCULTOS

Y, por último, España se convierte a marchas forzadas (esto es, dirigidas) en una nación de incultos, de jóvenes que pueden recitar las alineaciones del Barça o el Madrid, o los concursantes del reality de turno, pero que son incapaces de distinguir entre el comunismo y el capitalismo, que conocen «Gran Hermano» pero no saben quién era Orwell. Una sociedad de futuros subsidiados que necesitarán del Estado para poder sobrevivir porque están demasiado acostumbrados a que piensen por ellos, trabajen por ellos, cobren por ellos…y esta generación será la encargada de gestionar España en 20 años: hospitales, juzgados, policías, políticos…reflexionen sobre ello.

Pues bien, con todo este panorama se hace necesario reinvindicar, alto y claro, nuestra receta, la receta liberal. Tenemos la obligación moral de recordar en cualquier foro, lugar, ante cualquier persona, personaje o institución que la única vía para que la nación salga adelante es la de la defensa de la Libertad en todos sus campos. Defender la premisa de que cada uno ha de ser responsable de sus elecciones libremente adoptadas, que cada persona es dueña de su destino y de su vida, de su propiedad, de su libertad. Que la política no es sólo el ejercicio profesional de un cargo público. La política es sociedad civil, es ciudadanía. Que el Estado ha de limitarse a mantener el orden y a garantizar que los derechos individuales se respeten, a garantizar la posibilidad de esa libre elección, creando espacios de libertad, no apropiándosela.

LA DEMOCRACIA NO ES PARTITOCRACIA

Es necesario repetir hasta la saciedad que la democracia no es partitocracia. Que los partidos no pueden suplantar a la sociedad, sino representarla y abrirle la vía para que se pueda expresar a través de ellos. Que no habrá democracia real mientras no exista democracia real en la elección de nuestros representantes. Sin listas cerradas, sin avales previos, sin votaciones a mano alzada, sin jerarquías ni lealtades inquebrantables. La política debe fluir de abajo (la ciudadanía) hacia arriba (las instituciones).

Defendamos la independencia judicial, la elección de los magistrados del Supremo por los propios magistrados, sin injerencias políticas. O se cree en el Poder Judicial o no se cree. Defendamos que en democracia EL CONSENSO HA DE SER LA EXCEPCIÓN, que éste ha de imperar en ciertas materias de Estado como Educación o Defensa (en las que ahora no existe) y ha de evitarse en la contienda política diaria. Porque la democracia es discusión, es dialéctica, es convencer a los demás de que tu opción es la mejor, ganando las elecciones y poniendo en práctica el programa que han elegido los ciudadanos en ese momento. Pero admitiendo siempre que la alternancia es un ejercicio de higiene democrática, precisamente la esencia de la democracia: cambiar de gobernantes sin violencia o derramamiento de sangre.

La aceptación de la alternancia política es la otra cara de la aceptación de la división de poderes: nadie puede apropiarse del Estado y legislar para perpetuarse en el poder. Y ahí precisamente entra en juego la división de poderes, el control judicial, la limitación del poder. La confusión de poderes, la extensión de las mayorías parlamentarias a los órganos de control independientes, la búsqueda del consenso como norma general, todo ello conduce, más temprano que tarde, a una partitocracia que degenerará, indefectiblemente, en la dictadura de lo políticamente correcto primero, y en la simple y dura dictadura después, por mucha democracia formal que aparentemente exista.

LA LIBERTAD NUNCA ESTÁ GARANTIZADA

Nunca la Libertad está garantizada. Es consustancial al ser humano recortar las libertades de los demás en beneficio propio. Es algo inherente al poder, y por extensión a la mayor representación de éste, el Estado. Por eso es tan necesario establecer mecanismos de control, contrapesos que limiten el poder. Por eso es necesario reivindicar, una vez más, que no hay libertad sin separación de poderes, sin un legislativo que fiscalice y controle al ejecutivo, sin un poder judicial independiente que no tenga reparos en procesar y juzgar a quienes abusen de poder.

Pero esta división de poderes, insisto, debe alcanzar también, y por idénticos motivos, a los partidos políticos, que deben diseñarse para que exista un claro equilibrio entre una jerarquía que garantice su funcionamiento como organización, y un mecanismo que permita el control y la fiscalización de la actuación de los órganos ejecutivos de las formaciones políticas por parte de sus afiliados. Y no se me ocurre otro método mejor que abrir a la militancia de los partidos la elección de sus líderes mediante unas elecciones primarias en igualdad de condiciones para todos aquellos que quieran dirigir las organizaciones. Unas elecciones internas que permitan a los militantes conocer de primera mano qué valores y qué proyectos y prioridades tienen sus candidatos antes de darles la confianza y no esperar a ver «cómo sale» el candidato una vez que ya esté elegido por el aparato.

LISTAS ABIERTAS

El complemento a todo lo anterior es adoptar para el sistema español el mecanismo de listas abiertas en las elecciones, en las que los ciudadanos puedan votar a los políticos en función del trabajo que realicen, de su honradez personal y profesional y de si se sienten o no representados por ellos. Si a todo esto le añadiéramos un sistema que garantice la gobernabilidad al partido más votado, estaríamos avanzando hacia una democracia de verdad, y dejando a un lado la senda actual de España: la democracia dictatorial. Existe otro camino al de la servidumbre, el camino de la Libertad.

*Conclusiones finales a las III Jornadas Liberales Galaicas Poder Limitado celebradas en Bañobre el 21 y 22 de noviembre. Francisco J. Feernández Tarrío es vicepresidente de Poder Limitado.

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Orwell en Bañobre

Por Massimiliano Abad*

Los pestilentes aires de despotismo light provenientes de las refinerías de la izquierda nacionalista gallega han sido el catalizador para que un nutrido grupo de liberales gallegos se reúna por por segunda vez en Bañobre, para buscar respuestas, elaborar estrategias y debatir problemáticas ante la amenaza ideológica de nuestro tiempo.

El variopinto programa de conferencias de las II Jornadas Liberales Galaicas (19 y 20 de octubre de 2008) ocultaba un hilo conductor que uniría la primera con la última charla: la crítica de lo que unos de los conferenciantes llamó «la pulsión totalitaria disfrazada de opinión pública», la orwelliana semiosis de lo políticamente correcto que ha aniquiliado la batalla de las ideas reemplazándola por la pornopolítica y la telebasura.

EL DIAGNÓSTICO

Pedro Arias Veira partió de la crisis financiera global para dar con el diágnóstico de la agonía democrática liberal. El catedrático ha disparado sobre esa «venganza pendiente» que dado rienda suelta la crisis. «Los gobiernos nacionales han encontrado una coartada perfecta para exportar las causas de las crisis. «Nos viene de fuera», dicen. En USA pueden atribuirla a quien ya se tiene que ir, a Bush -que tiene su alícuota de responsabilidad- que termina mandato y no es ya un poderoso a batir- aunque sea capaz de ramalazos diplomáticos y simbólicos desagradables.  Los demás echarán la culpa, por derivación interesada, al odiado personaje y la camada de cómplices que operaron en las alcantarillas financieras». De ahí su diagnóstico:

Es paradójico el panorama al que nos enfrentamos. El intervencionismo en su grado consumado, el comunismo, fracasó estrepitosamente; en tanto que el liberalismo teórico y el mercado libre salió como el pensamiento triunfante al final del siglo XX. Si bien su actuación práctica ha resultado desvirtuada, limitada y desnaturalizada. Las prácticas reales en las democracias liberales, el espacio concreto de las libertades útiles y eficaces, se han restringido a los actores con peso político, poder económico, prestigio social y resortes de influencia.  En un contexto de dispersión de la sociedad civil, de rupturas de la cohesión ocial y territorial, de quiebras de los modelos afectivos, familiares y de la intimidad, de crisis subyacente de valores.

EL CENTRO Y LA IMPOSTURA

El diagnóstico estaba claro. El tumor estaba ahí, pero había dudas sobre cómo extiparlo. El abogado Francisco Fernández Tarrío puso en entredicho que se pueda hacer desde las ambiguedades de la derecha centrista. Para Tarrío, el gran engaño, la gran mascarada de la derecha centrista y centrífuga es disfrazar de patriotismo una concepción claramente antiespañola. Porque su tesis es que «España se hace, cada día, con cada ley que deshace privilegios, que proscribe los derechos de territorios y lenguas sobre las personas, con cada gramo de libertad que se devuelva a sus ciudadanos, únicos depositarios de derechos y obligaciones».

«La política española suele usar al centro como estrategia. Yo propongo robarles la bandera del centro a esos impostores. Porque el liberalismo es el auténtico centro al ser una ideolgía dinámica. Ser liberal es ser de centro. Porque la libertad es el centro de la vida política»

Pero la derecha española gira (o mejor dicho, vaga, mariposea) al centro. ¿Y qué es el centro, se pregunta Tarrío? Muy fácil: «el centro es la indefinición constante, la renuncia a la ideología, la bandera de la cobardía y de la rendición». Tarrío propone un centro más auténtico que se anime a derrotar ideológicamente a la trasnochada izquierda española. «La mejor definición de centro no es la creación de un monstruo burocrático que sustituya a un partido ideologizado como tampoco lo es fomentar clones funcionarios de la política, paniagüados. Existe otra alternativa. La de la valentía».

UN LIBERALISMO SIN RESENTIMIENTO


Un discurso de derechas afirmativo, valiente, positivo, construido desde la alegría y el goce, un liberalismo no intoxicado de resentimiento y reproches. El periodista Luis Balcarce, desde Nietzche y Tocqueville, postuló una nueva derecha que sea afirmadora -y no negadora- de valores morales. Que se resista a aceptar los valores que sustentan el proyecto ético de la izquierda fundado en el debilitamiento como forma de adiestramiento y domesticación. Por el contrario, se trata de sumarse a la empresa de erigir una derecha que se sustenta en la nobleza aristocrática, que se niega a doblegarse ante el reparto de miseria de los mandarines del resentimiento. Una regeneración moral que conduzca hacia otra regeneración, la institucional, que demandaba en la primera charla Pedro Arias.

La libertad era para Tocqueville esencialmente el libre albedrío, la libertad de elección, su poder moral sobre su propio destino, su deber y su derecho a hacerse responsable de sí misma, no dejando a ninguna otra persona y ni mucho menos al Estado este cuidado sagrado. Poder, virtud y esfuerzo, palabras que aparecen en su obra, y también en la de Nietzsche. Los dos vislumbraron que el hombre moderno sentía una pasión ardiente, insaciable por la igualdad, y si no pueden obtenerla, como anota Tocqueville, la quieren también en esclavitud. «Sufrirán la pobreza, la servidumbre, la barbarie pero no sufrirán la aristocracia». Se librarán del poder ilimitado de uno sólo pero la democracia populista los oprimirá a través de la tiranía de mayoría, la igualdad.

Balcarce hizo en Miño un llamamiento a una derecha que no caiga en la trampa de la ambición igualitaria por ser ésta, para decirlo en términos nitzcheanos, «nihilista y represiva», pues intenta frenar lo que asciende, la creación, el goce y la vida para reducirlo a la mortecina mediocridad del Estado en el cual se perpetuan las diferencias economicas. Contra el mediocre ciudadano parido por la pornopolítica, que el Estado produce y mima en serie, Nietzsche podría ser una llave para que el liberalismo  se abra al azar, al riesgo, para alcanzar la máxima altura de cada momento.

DESMONTANDO A LOS GALLEGUISTAS.. Y A LAS TICS

La espiral de locura identitaria que azota a Galicia se eleva a su máxima expresión en la imposición lingüística. Y uno de los tópicos más usados (y menos analizados) del galleguismo es que el gallego es nuestra lengua. Tópico que desde diversos frentes el profesor Andrés Freire dinamitó en una conferencia que atravesó la historia lingüística de Galicia desmontando al Leviathan de la Normalización. Porque lo que vino a recordarnos Freire es que el castellano está presente en Galicia desde antes de los Reyes Católicos y que ha sido la lengua culta de los gallegos durante muchos siglos.

«Aceptemos, por tanto, sólo como premisa, la idea del gallego como “a nosa lengua”. Aún bajo esta luz, el idioma gallego normativo, lejos de ser la lengua del pueblo, es una lengua ajena a él. Algo por otra parte bien sabido por quienes escuchan a los gallego-hablantes de toda la vida criticando un idioma en el que no se reconocen. El gallego normativo, por consiguiente, es producto no del pueblo sino de una minoría. Una minoría politizada».

Si al comienzo hablábamos de un escenario orwelliano, nadie mejor que el experto en informática Fran Tsao advertir sobre los usos y abusos de Internet y los peligros de dejar demasiadas huellas. Tsao versó sobre “Las TICS y el control ciudadano: aspectos legales y practicos”, logrando, con un lenguaje llano y accesible, que es casi imposible ser invisible en Internet aunque vale la pena intentarlo, al menos, por salvaguardar lo que nos queda de libertad.

En suma, las fraternidades liberales tejidas en Miño van echando raíces. Este año, aparte de «los de siempre», se pudo contar con la presencia de Francisco Caja, Juan Granados, y sobre el final, nada menos que Fernando García de Cortázar. Todo organizado con precisión suiza por el «compañero del metal» Vicente Fernández Perles.

*Esta reseña fue publicada con motivo de las II Jornadas Liberales Galaicas Poder Limitado de octubre de 2009.

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